Inútiles fueron todos los esfuerzos para sosegar el llanto y secar el arrugado rostro humedecido de lágrimas, a la anciana que tuvo que conformarse desde su silla de ruedas ver al Cristo Moreno pasar por su puerta.
Una descoordinación en el levantamiento de andas de la ostentosa imagen, alarmaron a la cuadrilla conformada en su mayor parte de mulatos y mestizos. Sobrecogieron a casi todas las sahumaduras y fieles que al compás del resonante golpe del bombo, este podría sería capaz de estremecer y sobrecoger las arrepentidas almas seguidoras del Señor de Los Milagros.
La tradicional procesión lleva cuatro siglos de salidas y de guarda en Lima. Cada vez en otras partes del mundo, repercute al paso el arrastre de las suelas que la consagran.
