
Transcribo a continuación un escrito del argentino Jorge Luis Borges en el año 1936, uno de los grandes olvidados por los críticos suecos y donde nos narra sus discrepancias con la academia.
"Que se repartan los premios imparcialmente, sin distinción de la nacionalidad del autor, se resuelve de hecho en un internacionalismo, insensato, en una rotación geográfica. Lo verosímil, lo infinitamente probable, es que la obra más ilustre del año se haya producido en París, en Londres, en Nueva York, en Viena o en Leipzing. La comisión no lo entiende así; la comisión, con extraña "imparcialidad" prefiere fatigar las librerías de Addis Abeba, de Tasman
ia, del Libano, de San Cristóbal, de La Habana y de Berna. Los derechos de las pequeñas naciones tienden a prevalecer sobre la justicia. Yo no sé, por ejemplo, si dentro de cien años la república Argentina habrá producido un escritor de importancia mundial, pero sé que antes de cien años un autor argentino habrá obtenido el premio Nobel, por mera rotación de todos los países del atlas". Así escribió Borges hace más de setenta años y a la academia sueca, aún le quedan por esperar veintiséis años más para contradecir esta idea.

Nuestro laureado compatriota ha sido lo más sensato que se pudiera ser antes de recibir el premio, cuando dijo "yo pensé que se lo darían a Carlos Fuentes".