miércoles, 25 de enero de 2012

Uchuraccay...a casi treinta años después.

Nunca olvidaré a Samuel Laynes y no por que en su juventud era como un hermano mayor con deseos de transmitir sus vivencias personales a un grupo de niños de una tropa de scouts; sino por haberlo visto por última vez en su ataúd con los restos de su cuerpo recogido en pedazos, después de una emboscada en el trayecto entre Aguaytía y Pucallpa, un camino que recorrió para dar su examen de ascenso en la Policía Nacional.


Cuando durante el velorio uno de sus amigos se acerco para abrir la tapa del féretro, otros también lo hicimos, tal vez atraídos por la curiosidad o para convencernos que era Samuel, el mismo nombre que estaba en la relación de los fallecidos y que escuchábamos en el noticiero de todas las mañanas.
Le entregaron el cuerpo a su madre, baleado y quemado, hecho pedazos. Sobre su irreconocible rostro sus compañeros colocaron su globo ocular derecho, que pudieron encontrar en los alrededores del siniestro. Samuel no tenía ninguna forma y en lo que quedo de él, lo vistieron con su uniforme.


Nunca olvidaré a Ruffo, un oficial de reserva que me sorprendió verlo en la puerta de mi casa una tarde que recién llegaba de la zona de emergencia, aún vestía el uniforme sucio y en su desaseo, él lucia una cabellera larga que le permitía pasar desapercibido como militar en Ayacucho. Lo acompañe al día siguiente a recoger sus pertenencias hacia su cuartel, cuando entonces otro oficial de su mismo rango, salió a recibirlo para llevarnos a su oficina y servirnos una copa de whisky a cada uno; a Ruffo le gustaba alardear y empezó a describir sus experiencias de abusos y torturas sobre los sospechosos militantes de sendero luminoso e indígenas inocentes. Unos años más tarde lo mataron sorpresivamente en su tierra natal, seguramente ya se la tenían jurada.


Miles de familias como las de Samuel y Ruffo que no buscaron esa "guerra", se enlutaron en esos años y perdieron un porvenir, una vida distinta. Jamás se recobrarían y el país perdió por lo menos una generación. Además miles de inocentes murieron, hombres, mujeres y niños campesinos, estudiantes, porfesionales, autoridades como jueces y alcaldes etc. Ya hemos escuchado hasta el hartazgo que su principal causa fue, "el terrorismo", una palabra muy atractiva de pronunciar cuando se quiere abanderar un ambición personal o el facilismo para decirlo sin desmedro como lo hace la periodista Mónica Delta o el cómico Carlos "Carlín" y también por algunos seudos políticos que caen en la mediocricidad para popularizarse.


El terror fue solo el medio que se aplicó para intentar sustituir el poder (que solo se replegó con un terror aún mayor), una definición que algunos medios confunden y ocultan la verdadera razón del "horror de la guerra" que padecimos. Fue la CORRUPCION.


La corrupción oficialista -principal causa del terrorismo- late por todas partes y ahora que el país vive una cifra de bonanza económica, está más impregnada. Lo que nos advierte que debemos estar siempre alerta ante esta lacra social.


Después de casi treinta años transcurridos desde los primeros actos de Sendero Luminoso o consecuencias como la matanza a periodistas en "Uchuraccay" hace casi treinta años, ya es hora que los intelectuales e historiadores, tomen la palabra y eduquen a esos desviados seguidores marxistas, leninistas y maoístas o afanadores del vulgar pensamiento "Gonzalo" enamorados de Abimael (MOVADEF) a quien no fusilamos en su debido tiempo y arrojamos su cuerpo al mar como a Bin Laden.