domingo, 18 de octubre de 2009

Jorge Villar

El joven sacerdote diocesano de nacionalidad Española , dejò su carrera de derecho en Roma para venir al Perù y asì poder acercarse a los pueblos màs alejados de nuestra serranía . Lo conocì en Progreso , un pueblito alejado del departamento de Apùrimac , cuando elaboraba un documental sobre la vida de la compositora Chabuca Granda , lugar donde ella naciò .
Desde entonces mantenemos una buena amistad . De mi parte reafirmo una declarada admiraciòn y respeto por su vocaciòn con la convicciòn de que solo el amor por los demàs nos acercará a la igualdad entre los seres humanos . El es alguièn que vino desde muy lejos y dejò toda la comodidad de una vida , por el sacrificio de entregar su fè en Cristo para los màs olvidados de nuestro paìs .
Seguidamente quiero compartir el fragmento de una carta en que me relata parte de su recorrido por aquellos lugares , al llegar a Hualhuac ( una aldea , tambièn muy alejada ) a pie y solo con lo necesario con Dani y David dos jovenes ahijados suyos , llevando solo consigo una bolsa de dormir con algunos hermosos ornamentos para celebrar misa , un mantel y un Caliz de plata de estilo barroco .
Durante el recorrido va descubriendo Iglesias destruidas por el tiempo , donde los ojos del hombre no ven a un misionero llegar en muchisimos años. Nos describe tambièn con bellos detalles , el agradecimiento de una poblaciòn hambrienta por reafirmar sus esperanzas en la cristiandad . Finaliza esta parte con una breve lecciòn de astronomìa basada en su experiencia.


" Ese día me dediqué a visitar casa por casa toda la comunidad (unas 25 cabañas), en unas leyendo la Biblia, en otras, dando los Santos Óleos a algún anciano o enfermo. Siempre bien recibido. En cada casa, dejo alguna imagen de la Santísima Virgen que les ayude a recordar la fe. Muchos me piden aplicar la Misa de la noche por sus difuntos. Algunos, el bautismo para sus hijos. En la tarde aparecieron Dani y David. Ellos no tuvieron tanta suerte como yo y cargaron toda la subida sus mochilas. Llegan agotados, pero contentos por reunirnos de nuevo. Celebramos la Misa como el día anterior. Esta vez vienen algunos campesinos de lugares más alejados. Como ofrenda por sus difuntos, llevan a los pies del altar las viejas ropas de los difuntos, productos del campo y algún huevo o pedazo de carne. No podemos llevar con nosotros este “estipendio” en especie, así que lo canjeamos por una rica cena, en la que esta vez, además de la sopita caliente, hay cuy (cobaya), gallina e incluso una “challhua” o truchita que algún niño pescó seguramente en la mañana en el Punanki y ha subido al pueblo en la tarde. Mucha papa, chuño y mote. Un banquete, vamos. Afortunadamente, Dani y David tienen buen diente y no queda nada. En la noche, a la luz de las velas, una partidita al juego de la oca (que me envió mi madre) y luego, como hacía padre con mi hermano mayor Fransi y conmigo en Piedralaves, el pueblito de la sierra de Gredos en España donde pasé los veranos más bonitos de mi infancia, lección de astronomía ante el firmamento más impresionante que puedas imaginarte, por la altitud y la pureza del cielo de la cordillera. Algunas constelaciones son viejas amigas mías de Europa, como la de Orión o la Osa Mayor, que aquí apenas si se ve, pegada la horizonte. Otras las conocí en mis tiempos de marino, cuando por primera vez crucé el ecuador, como la Cruz del Sur o la nebulosa de Magallanes. Un espectáculo sin duda impresionante es el firmamento tal y como se ve en las noches de invierno en la Cordillera. Después, bien envueltos en nuestras frazadas, siempre hay alguien que se anima a contar alguna historia de aparecidos que nos anima a apurarnos en dormir ".
Sus ahijados son jóvenes para quienes èl busca recursos y asì poder ayudarlos . En un párrafo de esa carta me describe con gran emoción el encuentro con uno de ellos.
"En esos días fui diariamente a visitar a Jorge Julio Epifanio. Este niño nació el 6 de enero pasado en una Comunidad en la que yo estaba de misión. Su madre murió en el parto y su padre, alcohólico, “me lo regaló”. Lo inscribí, bauticé y le busqué un lugar en el Hogar que llevan unas Madres en Chuquibambilla. Mi ahijado está ahora increíble, gordo, sonriente y melenudo. Se parece a Evo Morales, sólo le falta la chompa a rayas… Las madrecitas le tratan con todo mimo, es el engreído del Hogar, el más pequeño además".