jueves, 30 de mayo de 2013





Una de mis series favoritas de televisión e integrada por los siguientes actores principales y secundarios: John Cannon (Leif Erickson)†,Buck Cannon (Cameron Mitchell)†,Victoria Montoya (Linda Cristal),Manolo Montoya (Henry Darrow),Billy Blue Cannon (Mark Slade),Don Sebastián Montoya (Frank Silvera)†,Sam Butler (Don Collier),Joe Butler (Robert F. Hoy)†,Pedro (Roberto Contreras)†,Reno (Ted Markland),Vaquero (Rodolfo Acosta)†, Ira Bean (Jerry Summers)†.
Muchos de sus capítulos continúan terminando atrapando mi atención. Pero hay uno que encierra una interesante demostración de honor, valor, amor, odio y de tragedia con venganza. Protagonizada por uno de sus actores secundarios. Se las comparto.
Sam Buttler, se encontraba frente a frente a su hermanastro, él asesino de la hija que Sam nunca conoció, pero que él tenía que vengar. A su lado estaba Raquel, la madre de la joven muerta; quien hace muchos años atrás huyo de Sam porque a pesar que lo amaba, ya estaba cansada de los conflictos de ambas familias a las que pertenecían ambos, una vieja rencilla de lucha de clases, de color de piel, de dinero y de dominio de tierras que había terminado por separarlos.
Cuando Sam quedó huérfano de pequeño, él y su hermano pasaron al cuidado de Don Tom, el más acaudalado del pueblo. Don Tom no tuvo reparos para darles a sus nuevos hijos adoptivos el mismo y trato justo de educación. Los hizo hombres hasta  dándoles de paliza cuando era necesario  para  poder curtirlos, eso, para que estuvieran preparados antes que la vida misma se encargara de hacerlo. Por aquellos tiempos, ellos no lo comprendían, pero ahora que ya se habían convertidos en hombres de carácter, sí. Salvo por una circunstancia. Un fragmento del entorno  que pondría la variable y que daría un  giro mortal en la existencia de Don Tom y por todo aquello que había  ambicionado poseer y logrado acaudalar. Un hijo de su propia sangre, el asesino.
Al paso del tiempo, Sam, se cansó de buscar  a Raquel, una mujer lo suficientemente buena para él y que él jamás olvido. Abandonó aquel pueblo para continuar con su vida. Como todo hombre bueno y de carácter, llegó a ganarse la confianza  en “El Gran Chaparral” rancho  que lo acogió. Estuvo al lado de sus patrones y compañeros en los momentos más difíciles, llegando a crear con ellos un vínculo inquebrantable. Un pacto sin papel ni tinta, sino de puro honor y de sangre. Todos los vaqueros, ahora sin excepción estaban al lado de Sam, dispuestos a morir con él si fuera necesario para vengar el asesinato de su hija. Y por haberle  arruinado y fracturado el destino a quien había sido su mejor capataz.
Encontrándose entre la espada y la pared, Don Tom le rogó a su hijo adoptivo, Sam, para que le perdonara la vida al hijo predilecto y de su consanguinidad. Un insensato  consentido que  había matado a la hija de Sam mientras ella se defendía y rechazaba sus adúlteras proposiciones. Poco después sin remordimiento el  petulante muchacho demostró su insolencia y cobardía cuando se refirió a su desafortunada víctima como una simple coqueta En ese momento y sin más, Don Tom, que había sido un  paciente padre, trato de corregirle propinándole una estruendosa bofetada por su imper
tinente comentario, solo termino acabando por agudizar aún más la soberbia e hiriendo el orgullo del mimado y estirado joven asesino.


Sam y Raquel,  se reconciliaron apenas se reencontraron, Un reencuentro arreglado e interesado por el padre de Raquel. Un judío rencoroso, que había maldecido desde siempre la relación divergente y que deseaba ansiosamente  la muerte de Sam. A pesar de eso, Sam y Raquel recapacitaron,  se perdonaron mutuamente y se encontraban dispuestos a reanudar el extraviado amor que aún sentían uno por el otro.


Pero el desenlace final de esta historia, no podía suceder en el escenario más escabroso junto a aquel pozo seco del viejo pueblo en el que Sam creció y que volvió para encontrar a su presumido hermanastro y  matarlo esa misma mañana para largarse de ahí tan pronto se librara de su amargura que le iba envenenando por dentro. Entonces, su padre adoptivo Don Tom, por última vez se le acerco para rogarle y suplicar perdón para el mal mimado hijo que había malcriado, Reconoció  los muchos errores de codicia que había cometido en su vida, el odio que había sembrado en el pueblo y nada le impidió en recordar a Sam cuando lo salvó de la orfandad apenas quedó huérfano de niño.
Sam era sumamente experimentado para el manejo del arma y hábil para salir de  estas encrucijadas situaciones. Miro fijamente  y con misericordia a su padre Don Tom, miro a su hermano, miro a sus amigos que estaban dispuestos a un enfrentamiento sangriento por él, miro a sus hermanos de crianza que estaban del lado de Don Tom, miro a Raquel y la felicidad que les esperaba  a ambos. Y a pesar de la deshonra y muerte que había sufrido por perder a su hija, declino de sus intenciones y perdono. Hizo a un lado su deseo de satisfacer su sed de venganza para disponer en darse la vuelta y regresar.



 Por unos segundos parecía que la tensión empezaba a distenderse, pero nada más irreverente tenía que suceder y pasar por la perturbadamente mente del asesino, cuando desenfundó su arma, y apunto a Sam para dispararle a sus espaldas e hiriendo de muerte a Raquel que ya se desvanecía a su costado. Sin inmutarse, Sam ante este imprevisto desenlace fatal, con mucho temple y pareciendo invencible ante las balas, ni pestañeo. El pueblo entero yacía impávido como en los segundos previos a una gran tempestad  que los iba a dejar añicos. Y a Sam Buttler, no le quedó más remedio que hacer un solo y acertado disparo para matar al infeliz y fatuo hermanastro, hijo de su padre adoptivo, aquel que lo había cuidado siendo un niño.

Johnny Suárez