Cuando alguna vez al notable escritor Jorge Luis Borges se le pidió opinar sobre la existencia de Dios, él se pronunció como al ser más maravilloso que había creado la imaginación del hombre, omnipotente, alguien que lo podía hacer todo. En el mismo sentido antagónico y caricaturesco, me doy cuenta que el diablo es uno de mis personajes literarios favoritos. Rojo, calato, con cuernos y con trinche en mano. Si llegamos a compararlo con personajes relevantes de la política, poder económico o cualquier otra esfera social horrenda, maligna, frívola o destructiva, en su esfuerzo por mantener su status, por decir lo menos . Por tan espeluznante y sincero comentario de antemano, pido disculpas a quien esta humilde opinión, pueda herir algunas sensibilidades religiosas o cucufatas que a continuación paso a narrar a quien acaso interesara saber de un pasaje de mi vida.
De niño, cuando mi madre me llevo a conocer su tierra natal, mientras atendía sus quehaceres de rutina, encargó una mañana de mi cuidado a un amigo de la familia para llevarme a conocer los alrededores del pueblo. Montado sobre un caballo y después de recorrer un gran tramo hacia las alturas, llegué a observar unas caídas de agua a la distancia, de inmediato me anime a preguntarle a mi guía, un señor refunfuñón - que tan cierto era que, si detrás de aquel riachuelo de aguas cristalinas, los bailarines danzantes de tijeras, a cambio de obtener sus destrezas realizaban pactos con el diablo, como alguna vez habían logrado convencerme- él, mi acompañante, sin voltear me contestó burlándose de mi, tampoco te vas a creer esas cojudeses sobre Adán en el Paraíso no?
Lo seres humanos tenemos esa hambrienta necesidad de creer todo lo que nos dicen y los citadinos en plan de turismo cuando llegan a algún lugar se desviven por conocer acerca de sus fabulas, cuentos y hadas. Huyen de la ciudad para conocer sobre las viejas costumbres o creencias de los pueblos al que van, como el mal de ojo, el pishtaco, la viuda o cualquier brujería negra y esas cosas; pero casi siempre se dan con la puerta en la cara, cuando se dan cuenta que los hombres de campo podrían ser más contrarios a estas creencias y menos supersticiosos que cualquier guardián de cementerio cuando siempre te responden que, "es mejor temerles a los vivos que a lo muertos".
Pero las leyendas, son casi siempre muy entretenidas, como aquella historia que me relataba mi madre antes de dormir, no sé si para acercarme más a ella por temor o para dejarme pensando sobre la veracidad de, si detrás o de tal cual piedra salían los diminutos y verdes duendes. O como la siguiente historia que paso a describirles.
"Alguna vez, un viejo aldeano realizó un pacto con el diablo, para así poder enriquecerse. Y mientras transcurría su vida mundana, de pronto había conseguido llenarla de lujos en su diferentes aspectos, con centenares de reces, productivos cultivos, almacenes sumamente abastecidas y monturas con adornos de plata que deslumbraron a mi madre cuando de pequeña curiosamente y de casualidad descubrió en la hacienda donde vivió alguna vez.
El suceso más determinante y fundamental para darle la credibilidad a mi relato sobre aquel pacto entre el viejo con el mundo de la tinieblas a cambio de su alma eterna, se manifestó durante la última noche de su existencia cuando él mismo, anticipándose al momento de su partida al inframundo, desde su cama, mandó a llamar a sus hijos y a sus hermanos. Les ordenó que apaguen las velas, porque entonces en aquella época no existía la electricidad en aquel alejado y silencioso pueblo. Una vez que la habitación oscureció totalmente, y en medio de esta escena tenebrosa, empezó a oírse el escabroso ruido de un carruaje que era arrastrado por numerosos caballos que se iban acercando hacia la puerta principal de aquel cadalso. Este sonido galopante y escalofriante, se entrelazaba con el tintineo de miles de monedas que chocaban entre sí, como latas que atadas a la fúnebre carroza, venían desde el mundo de los muertos, produciéndose así, un macabro e interminable instante, que a su vez, dio la impresión que el mismísimo demonio había venido a llevárselos a todos. Cuando la tétrica y ruidosa personificación del mal se detuvo por unos segundos dejándolos a todos perplejos, prosiguió su camino hasta perderse en el silencio absoluto. Transcurrido todo ese tiempo y volviéndose a iluminar la hacienda, el anciano encontrábase ya muerto, siendo presumible que su alma se la había llevado el diabl para purgarse en el infierno. A las pruebas me remito, cuando al poco tiempo después, sus bienes y todo su dinero se perdió, despilfarrado por uno de sus hijos, que había crecido y educado alucinado que todo en su alrededor, merecidamente le pertenecía. Luego, llegó a convertirse en un pobre abigeo, para pasar finalmente por la cárcel un buen tiempo, morir solo, sin fortuna y casi abandonado en un hospital, donde a veces era visitado por mi noble madre".
Demonios existen por doquier, en todas partes y en las formas más distintas. Están internas y externamente fuera del alma. Y para terminar este cuento sin más retorica y exageración verbal, que pueda impresionar a cualquier espíritu, sobre la existencia del cielo y del infierno, evoco a otro gran escritor y poeta como Ernesto Sabato, cuando en una conversación que tuvo con Borges sobre Dante, decía que cierta vez él andando por las calles de Ravena, silencioso y flaco, los que los veían pasar comentaban en voz baja, con una especie de sagrado recelo, "Ahí va el que estuvo en el infierno".
Finalizó Sábato diciendo, " Yo creo que Dante vio, como todo gran poeta, con terrorífica nitidez, lo que el común de las gentes apenas entrevé. Lo que el hombre común borrosamente alcanza a ver en esa pequeña muerte transitoria que es el sueño".
Muy buenas noches.
Johnny Suárez
Finalizó Sábato diciendo, " Yo creo que Dante vio, como todo gran poeta, con terrorífica nitidez, lo que el común de las gentes apenas entrevé. Lo que el hombre común borrosamente alcanza a ver en esa pequeña muerte transitoria que es el sueño".
Muy buenas noches.
Johnny Suárez