Una juvenil multitud bañada de frenesí y armonía a su vez, celebrarón esta tradicional fecha del distrito, con una demostración de respeto mutuo de los barranquinos, hacia sus visitantes, en su gran mayoría provenientes de otros distritos y además, países extranjeros.
Si bien estas actividades interrumpen la calma de algunos vecinos, el carnaval como en otras ciudades del mundo, es un desafío a la cucufatería, la llegada del período de dispensa, la excepción del orden antes del miércoles de ceniza o el cuaresma, una etapa de abstinencia, para los religiosos.
Esta actividad cultural, debe ser siempre bien acogida, aún cuando el peligro de ser disgregada por prejuiciosos y desadaptados sea continuo. Sus riesgos deben ser aminorados bajo la suficiente perspicacia de la autoridad y aprovechada en su momento como actividad económica y turística. La cuenta la deben pagar siempre quienes producen el hecho y disfrutan de ello.
Los encargados de esta numerosa congregación de visitantes, deben tener en cuenta para los próximos años, la planificación de una programación de cierre, como fin de fiesta, y así evitar los excesos, dañinos para la tranquilidad del alrededor del puente de los suspiros y de sus poetas, este hecho, potenciara aún más, su sentido místico, como parte de una etapa de contemplación a la vida, aún cuando sus enardecidos participantes parecieran salirse por instantes de la línea de conducta. Porque al fin y al cabo de eso se trata la cultura, del interés y respeto sobre las costumbres de los demás.